domingo, 26 de mayo de 2013

LA LEYENDA DE LA MORA (EN VERSO)...


Torre Tolanca
Este poema ha sido sacado del Programa de Ferias y Fiestas de Sonseca del año 1956














Un moro superviviente,
dicen que errabundo andaba,
solitario y taciturno
rumiando frases coránicas;
con luengas barbas de nieve
y su típica chilaba;
con hidalgos y labriegos
impasible se cruzaba
mas un gesto apocalíptico
en su faz se dibujaba.

Aquel árabe dejó
una huella señalada;
en dura roca se observa
la figura de su planta.

En las salidas del sol,
cerca de Sonseca oraba,
sobre el otero que hoy
Cerro del Moro se llama.

Dicen que a su bella hija,
como un tesoro guardaba

en un secreto recinto
allá en la Torre Tolanca;
la que en esa fortaleza,
cuidadosa se peinaba,
en determinados días
y que después se ocultaba
en una lóbrega gruta
de profundidad ignorada.

Esta mística doncella
mágica guzla tocaba
cuyo son como un lamento
por los espacios flotaba.


Amor y miedo infundía,
los pastores la admiraban,
cuando en las altas almenas
a la campiña asomada,
con clara voz de cristal
a su guzla acompañaba.

Un día un apuesto zagal
sus amores la cantaba,
y a la vez como un apóstol
la doctrina le enseñaba.

En presencia de la mora
el pastor se santiguaba;
cantaba el Avemaría
y en los muros resonaba,
ella le correspondía,
el santo signo imitaba,
y abriéndose aquella flor
por rojos labios formada,
descubriendo dos hileras
de blanco y presioso nácar,
con dulzura repetía
esa oración sacrosanta.

El zagal iluminado
llena una vasija de agua
en la oquedad de una roca
que este líquido filtraba
y llegando al alto muro,
con agilidad trepaba,
asido en las hendiduras
de sus piedras milenarias.

La mora le da su mano
inocente, inmaculada;
el galán absorto queda
ante la flor solitaria;
cuyo perfume oriental,
rara esencia que embriaga
deja al joven por momentos
sin aliento, sin palabra,
mas lleva su vista al Cielo,
la continencia brillaba.

Y llegándose a la mora
cuelga su santa medalla
en su cuello, y ella humilde,
la recibe arrodillada.

Después sobre su cabeza
vierte el cristalino agua,
diciendo: "Yo te bautizo
en ti brillará esta Gracia
en el nombre de Dios Padre
y del Hijo, que nos ama,
y del Espíritu Santo
que nos da fe y esperanza;
Soledad te doy por nombre
¡Soledad, mi dulce amada!

Su misión está cumplida;
el pastorcito ya baja,
mas en trágico momento,
sobre los muros resbala,
y abajo en la dura roca,
su último suspiro exhala.

Según viejas tradiciones,
en noches de luna clara,
lloró sobre aquella roca
una mujer enlutada;
repitiendo sus lamentos
la vieja Torre Tolanca.
 ¡Torre de nuestros amores,
de Sonseca, orgullo y gala!
¿Quién descubrirá tus glorias
y tragedias enterradas?


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